lunes, 28 de mayo de 2018

El Hermitage por dentro III

En esta tercera y, por el momento, última entrada sobre el interior del magnífico museo de San Petersburgo, os acerco algunas de las esculturas que podemos encontrar allí expuestas. La colección es impresionante, y se encuentra entre las más importantes de Europa; el palacio es, también, el mejor escaparate donde exhibirlas.





Hay espacio de sobra, y las esculturas están expuestas de forma que podemos verlas desde todos los ángulos. El conjunto de edificios es tan grande que los visitantes nos repartimos por salones y pasillos. Somos muchos, pero no nos estorbamos. Un diez para los que planifican un museo que contiene tres millones de piezas.

Entre ellas, quince esculturas de Antonio Canova, ahí es nada. Las tres gracias, un grupo escultórico de estilo neoclásico, del que existen dos versiones (la otra está en el Reino Unido), nos deja con la boca abierta. Fue encargada por la emperatriz Josefina de Beauhamais, pero fue su hijo quien, tras su fallecimiento, se la llevó a San Petersburgo. Tallada en una sola pieza de mármol blanco, destaca por la suavidad de la piel de las protagonistas.


Hebe, otra obra del mismo escultor, es una de las más conocidas. Hija de Zeus y Hera, ella era la responsable de servir el néctar de la eterna juventud, motivo por el que es representada portando una copa mientras sus pies apenas tocan las nubes. La sensación de movimiento está muy bien conseguida.


También hay una Magdalena Penitente, de la que hay dos versiones principales además de varias copias.


Y la muy famosa Psique y Eros, fotografiada desde varios ángulos. Esta es una copia del conjunto expuesto en el Museo del Louvre, en París. Fue encargada por el coronel John Campbell en 1787, y la escena capta el momento en el que Eros revive a Psique con un beso, después de que ella haya tomado la poción mágica que la había sumido en un sueño eterno.



No muy lejos encontramos a una Bailarina y a Cupido.



También hay obras de otros escultores, como El girador, de Rudolph Schadow, que llegó desde el palacio Znamenka, situado cerca de San Petersburgo.


O esta otra, Pigmalión y Galatea, de Étienne Maurice Falconet, que representa una leyenda en la que una estatua cobra vida, pero termina aprisionando a su creador, que había ofendido a Afrodita.


De Bertel Thorvaldsen tenemos un pastor, mientras que no he logrado identificar al autor de la escultura de la última foto.



Fuentes: Wikipedia y elaboración propia.